miércoles, 15 de octubre de 2014

Depresión

   A veces, nos deprimimos por nada, por querer. Queremos deprimirnos, queremos ser nada. Si estás triste, escuchas música triste, cantas canciones tristes, todo es triste.

   Cuando la depresión llega, nos abraza y expande su tristeza y melancolía a todo nuestro cuerpo. Maldita sea. Maldita constelación con coordenadas descontentas y sonrisas de mentira.

   Sí, porque, en el momento en que llega, sabemos evadirnos mejor que nunca y que nadie. Sabemos alejarnos de los demás. Sabemos entristecernos de lo nuestro. Evades cualquier contacto que esté relacionado con la pobre alegría, que sólo hace eso, alegrarnos. Pero, en este caso, jodernos.

   Tu mente manipula esos sentimientos tan amargos, para volverlos agrios. Es lo que nuestro sistema sentimental tiene. Tiene envidia. Tiene venganza. No te deja escapar y, al menos, pensar en buenos recuerdos. Consigue deprimirnos aún más.

   Ya sabéis, si estáis dispuestos a correr el grandísimo riesgo de deprimíos y no sufrís ninguna magulladura, contadme el secreto. Yo también quiero deprimirme y pasarlo bien.


-Sara

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